Salió una mañana rumbo a Rio de Janeiro, iba a su primera salida a la Cumbre del G20, donde se reúnen los picudos mandatarios, jefes de Estado y Primeros Ministros de las potencias, menos Putin al que le han sacado tarjeta roja por andar invadiendo países pobres como Ucrania. Las fotos en su cuenta presidencial mostró a una Claudia congruente con su forma de pensar y decir. Voló en clase económica, como lo hace mucha gente. Bien podía irse en primera, porque una mandataria lo puede hacer y cargarlo al erario, pues allí se puede descansar y dormir un poco mejor, pero ella, fiel a su política de nada con ‘Pueblo pobre y funcionarios ricos’, optó por viajar así. Mostró dos fotos, una en una entrada saludando a los pilotos que le dieron la bienvenida, porque siempre es un honor que viaje contigo, como piloto y equipo, una presidenta.
En la sala del aeropuerto quienes la vieron se tomaron sus selfies. Poco más tarde, en un viaje de once horas que haría escala en Panamá, mostró otra foto en su cuenta donde va leyendo con la luz del avión y se le ve en un asiento de los de salida de emergencia, que tiene un poco más de espacio para estirar las piernas, aunque siempre la incomodidad de ir en esos lugares se pagan, llega uno medio molido y cansado, pero ni hablar. Ricardo Monreal, el habilón, puso una muestra de volar en un helicóptero y eso molestó a la gente, más molestó que jaquetón dijo que lo seguiría haciendo, hasta que ella, la presidenta en una mañanera le asestó un estate-quieto y aquel, entonces sí modosito, dijo que nunca lo volvería a hacer, faltaba menos.
Donde manda capitana no gobierna marinero. Rompía con la práctica antigua de Ya Saben Quién, de no viajar a ninguna parte del mundo mientras fue presidente aislado. Ella decidió, por el bien de México, ir a saludar y platicar con quienes se pudiera, en un viaje relámpago porque regresaría a los festejos del 20 de Noviembre, cuando la revolución se bajó del caballo y entramos a la civilidad. Al llegar a Rio la recibió Lula Da Silva, el anfitrión, y más tarde comenzó el saludo con quienes pudiera, el francés Emmanuel Macrón besó su mano a la usanza de los franceses, los comentaristas dijeron, cuando la vieron sentada al lado del canadiense, Justin Trudeau, que ella ni volteó a verlo, le aplicó la tesis salinista: Ni lo veo ni lo oigo, estaba agendada una reunión bilateral con el canadiense, o sea, nada pasará. En su intervención ante los picudos, les propuso: “Destinar el 1% del gasto militar para programas de reforestación”. Es la primera gira de la presidenta y esperemos, por el bien de México, que le vaya bonito, como dijera José Alfredo Jiménez. Suerte y éxito.